El perdón es un concepto que, durante mucho tiempo, nos ha venido explicado desde la religión como una acción necesaria para ganarnos el cielo y ser buenas personas. Nos enseñaron, por ejemplo, que aprender a perdonar es una habilidad que nos ayuda a trascender esta vida con más paz. Sin hacer un análisis profundo, se ha entendido que perdonar es poco más que olvidar, haciendo un gesto de solidaridad y hacer como si el hecho no hubiera pasado. Se ha entendido el perdón cómo un acto de amor hacia al otro, nada más lejos de la realidad.
Pero…, ¿Esta visión del perdón nos ayuda? Des de un punto de vista psicológico, ¿Cómo podemos entender el perdón para que nos sea útil? ¿Qué funciones o beneficios tiene? ¿Qué quiere decir realmente perdonar para qué nos pueda liberar de verdad?
En el presente artículo, pretendo profundizar en el concepto, dando un poco de luz a estas preguntas y facilitando que reflexiones sobre el tema y te pueda ayudar a cambiar tu percepción si así lo deseas.
Quiero clarificar que, entenderlo de una forma u otra nos va a influenciar en la manera de percibir el dolor de traición, de relacionarnos con los demás cuando este dolor se produce y en la gestión de las emociones asociadas cómo la decepción, la rabia, frustración, ira, venganza, impotencia…
Ya es sabido, pero he podido experimentar a lo largo de estos años, que las personas que no han perdonado algo importante para ellas, a otra persona e incluso a la vida, a menudo, les ha quedado una herida abierta, a veces tan profunda que esto no les ha permitido conseguir la libertad de decisión, la tranquilidad del día a día o simplemente la resolución eficaz en los obstáculos que nos propone continuamente la vida.
PERDONAR ES CERRAR UNA HERIDA y, necesitamos tiempo para ello, y sin duda habilidades que no se suelen tener en cuenta y que no todo el mundo desarrolla. Por ello es importante, ser honestos y aceptar que, cuando todavía hay mucho dolor y no podemos tomar distancia, no estamos preparados para perdonar de verdad y que quizás necesitamos ayuda. Debemos permitirnos ese tiempo y espacio.
Hay una frase, muy extendida que seguro has oído antes: “Perdono, pero no olvido”. Desde mi punto de vista, generalmente detrás de esta frase hay una negación al dejar de resentir, es decir, hay una intención de perdonar, pero una incapacidad de dejar de sentir el dolor de traición, e incluso no quererlo olvidar para autoprotegerme en un futuro, cómo un mecanismo de defensa. Des de esta posición, esto NO es perdonar ni sanar la herida.
Por otro lado, si nos ceñimos a la frase literal y no le damos esta connotación, es un mensaje útil y sano. Me explico.
Perdonar no significa obviar todo lo que ha sucedido, de hecho, todo lo que nos sucede debe ayudarnos a aprender y reconducir nuestro camino. Entonces una experiencia de “traición” dónde se produce un dolor significativo, una herida, debe servir para aprender y cambiar ciertas cosas, muchas veces de nosotr@s o a veces de la relación. Una vez que perdonamos, seguramente será útil cambiar parte de nuestra actitud o comportamiento en coherencia a lo aprendido, dando un nuevo sentido al dolor vivido.
Por ejemplo, puedo sentirme traicionad@ por una amistad de toda la vida, en algo muy importante para mí. Perdonarla no significa que deba tener la misma relación que tenia antes de la experiencia dolorosa, ni significa que siga siendo mi amig@. Quizás entiendo que la experiencia me ha hecho ver que la relación, tal y como era, había llegado a su fin y esto hace que haya un distanciamiento y cambie todo. Pero eso si, PERDONAR es curar la herida. No cabe el resentimiento, sino no habré perdonado de verdad. Por lo que, puedo no olvidar la existencia de la experiencia, porque esta me hizo cambiar la percepción y el rumbo de la relación, ayudándome a avanzar en el camino, pero si puedo olvidar (trascender) el dolor y conseguir interpretar la experiencia de otra manera.
Hay personas que, después de haver creado una familia, se han sentido traicionadas por su pareja, se han separado y después de algún tiempo han conseguido sanar sus heridas; han podido perdonar de verdad y han logrado tener una relación distinta, satisfactoria y sin resentimiento; muy sana y útil también para los hijos.
Entre las habilidades que requiere saber perdonar se encuentran la empatía, el transitar (no bloquear) el dolor sentido, la honestidad con uno mism@, el permitirse compartirlo y gestionarlo, el saber reconocer parte de responsabilidad, el relativizar, la comprensión, entender i aceptar que todos cometemos errores, la flexibilidad, permitirnos escuchar y cambiar de opinión… Pero también es necesario entender el PERDÓN como una forma de ayudarme a mi, curarme la herida, evolucionar y encontrar la paz interior.
Perdonar al otro es también perdonarme a mí, es un acto de autoaceptación y amor propio. Cuando algo nos genera una herida muy grande, de traición, es porque en nosotros hay una sensibilidad a ello, una expectativa, unos juicios o creencias de cómo deben ser las cosas… Esto nos da la oportunidad de indagar y preguntarnos porque aquello nos ha hecho tanto daño. De esta manera podemos conocernos mejor y quizás hacer algunos cambios en nuestro beneficio para adaptarnos y sentirnos bien. Cuando aprovechamos el dolor como vehículo de transformación es un acto de amor y una magnífica oportunidad para mirar hacia adentro, crecer y evolucionar.
Por otro lado, es muy probable, que descubramos que lo que consideramos “traición” es alguna actitud que no aceptamos en nosotr@s mism@s, lo que escondemos y reprimimos en la sombra… Hay que tener en cuenta que en nosotr@s esta el TODO, blanco y negro, bueno y malo, agresividad y tranquilidad… Voy a poner un ejemplo.
Pongamos que mi pareja me es infiel. Evidentemente, es muy probable que yo no acepte esto y me provoque un gran dolor de traición. Pero cuando yo PERDONE de verdad, al margen que deje la relación y haga todos los cambios que crea necesarios, entenderé y aceptaré que yo me estaba siendo infiel a mi misma en otro aspecto de la vida, o que también yo podía serle infiel. Hasta me puedo encontrar en una situación dónde me sienta tentada y lo acabe haciendo. Es aceptar que soy humana y tengo todas las opciones en mi: las que están bien vistas y las que no me gustan tanto o no me identifico. Ser flexible también es ser libre para decidir, aceptar y reconocer en nosotr@s todas las posibilidades.
En conclusión, perdonar solo para que el otro se libere no es un acto de perdón sano, es un acto de sacrificio y un perdón ficticio. Si no encontramos el sentido más profundo de la experiencia no nos podemos curar la herida, que es el principal beneficio del perdón.
Si esta es nuestra tendencia, forzarnos a perdonar para que el otro se sienta mejor, este acto no será más que una carga a largo plazo. El perdón sano debe venir de una intención real interna de ayudarnos, autoestimarnos y seguir avanzando.
Cuando somos conscientes que nosotr@s hemos provocado un dolor ajeno, y nos sentimos culpables, pedir perdón nos puede ayudar, pero lo más importante es perdonarnos nosotr@s mism@s y trabajar la culpa. Aunque este ya es un tema que puede dar lugar a reflexión en otro artículo.
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