En nuestra cultura ir al psicólog@ ha estado asociado a la locura o al desequilibrio mental evidente, entendiendo el rol de este, cómo únicamente útil en la enfermedad o el trastorno diagnosticado e incapacitante.
Por otra parte, la enfermedad mental ha sido estigmatizada y envuelta de creencias irracionales que nos han alejado de la posibilidad de abordar este reto como sociedad de forma eficaz; i a la vez ha interferido en el tipo y forma de intervención que han realizado los profesionales, e incluso se ha confundido el rol del profesional psicólog@ con el del médico psiquiatra.
Hoy en día, arrastramos algunas de estas creencias y hábitos que generan y mantienen el miedo y rechazo en algunas personas. Por ejemplo, todavía seguimos luchando por romper el tabú que impide hablar abiertamente del trastorno al que lo esta sufriendo.
El miedo y el rechazo se manifiestan también a la hora de plantearse pedir ayuda, provocando a menudo, que haya un sufrimiento demasiado elevado para movilizarnos a tomar esta decisión.
Llamar a la puerta de un profesional voluntariamente y efectuar un proceso terapéutico eficiente, es un acto de valentía, consciencia, responsabilidad y humildad. Requiere la consciencia de percatarse que algo va mal, que puede ir mejor y que se puede hacer algo para cambiarlo, la humildad de reconocer nuestros errores pasados, debilidades y heridas no sanadas, la responsabilidad de asumir que el cambio depende de uno mismo, y la valentía de abrirse a un experto, mirar hacia el interior y exponerse a la intervención, con la intuición que esto conllevará transitar dolor. (cómo si de una operación física se tratara).
De aquí, que hay personas que evidencian su resistencia e incapacidad para pedir ayuda profesional justificando que no creen en “los psicólog@s”, sin ni siquiera haber visitado nunca a ninguno. No tienen en cuenta las evidencias científicas, que apoyan y contrastan las intervenciones que se llevan a cabo. Todos somos humanos, y cómo especie nuestro funcionamiento mental y emocional tiene una base común, cómo la tiene el funcionamiento físico y orgánico.
Hay que decir, que hoy dia, existen variedad de paradigmas que sustentan diferentes tipos de intervención y multitud de estilos profesionales, por lo que cada persona deberá encontrar el que más se ajuste a su problema y necesidad.
Al igual que hacemos revisiones permanentes al pediatra cuando somos pequeños, al dentista para mantener la salud bucodental, al gimnasio para mantenernos en forma o al ginecólogo en el caso de las mujeres, ir al psicólog@ cada cierto tiempo, puede ser un gran recurso para hacer una “puesta a punto” de nuestro estado interno emocional y psíquico aumentando nuestras capacidades y recursos para una buena salud, fomentando el bienestar y evitando males mayores. Por suerte, esta idea va calando cada vez más, ayudando al bienestar colectivo, algo muy necesario ya que cómo sociedad hemos normalizado cierto malestar que es fruto de un funcionamiento social poco saludable.
Algunas personas, ya consultan nuestros servicios para gestionar el impacto emocional de lo que les sucede, auto conocerse mejor, mantener a raya la autoestima, aprender habilidades sociales o personales, obtener más recursos para educar a sus hijos o gestionar conflictos familiares; pueden consultar para conseguir tomar decisiones difíciles con más consciencia o para ser acompañados en procesos de dolor (pérdida o trauma) y así prevenir caer en la enfermedad. Existen un sinfín de situaciones que pueden ser abordadas con éxito gracias a un proceso de este tipo. En resumen, cualquier situación, dónde nos veamos perdidos, bloqueados, desbordados i/o con malestar puede ser objeto de una demanda al profesional psicólog@ sanitario.
Por lo tanto, aunque es habitual pedir cita al psicólog@, cuando el dolor sintomático es insostenible, y tratamos trastornos mentales es importante entender que no hace falta llegar al sufrimiento para percatarse que algo va mal, que necesito ayuda y que debo cambiar de dirección si no quiero ir a peor; si somos honestos y escuchamos nuestro cuerpo, nos daremos cuenta de las señales que nos proporciona éste para indicarnos lo que necesitamos en cada momento.
Hemos sido educados, “para atender daños y no necesidades”, es decir, somos una cultura dónde no se ha fomentado la prevención, sino más bien, hemos aprendido a movilizarnos cuando hay sufrimiento, cuando sentimos que no podemos más.
“el dolor no es evitable pero el sufrimiento si; y este aparece cuando no atendemos el dolor”
Para mi, en una primera fase del proceso de terapia, hay que establecer una relación optima de confianza y conexión para que la intervención sea eficaz, y eso es indispensable en cualquier modelo o paradigma.
Des de Somun, ofrecemos distintos tipos de intervención, para que tengas un abanico de posibilidades según tu necesidad y tu sentir.
En la Psicoterapia Integradora que yo llevo a cabo, se utilizan variedad de técnicas y conocimientos, que vienen de distintos modelos y se complementan entre ellos. Abordando el problema o dificultad des de un enfoque más holístico se consiguen unos resultados más completos y eficaces.
En el proceso, tu vas a ser parte activa, trabajamos en equipo y a tu ritmo y necesidad, se considera que somos dos expertos en aquello que vamos a trabajar, se consensuan objetivos concretos y realistas, se proponen tareas para motivar los cambios deseados y se utilizan otras técnicas naturales si así se considera.
Te recomiendo que te dejes llevar por la intuición, al final, el que sabe mejor lo que necesitas eres tu mism@. Si alguna vez has pensado en que te iría bien visitar un profesional psicólog@ pero no lo has hecho, observa que te esta boicoteando, es posible que sea algo que también te limite en otras áreas de tu vida, quizás una creencia, un hábito, un miedo… puede que empezar a trabajar con esto sea un buen inicio hacía tu camino al bienestar.
0 comentarios