Es bien sabido y aceptado, y no solo desde el modelo cognitivo-conductual, que toda realidad, estímulo o acontecimiento, es interpretado según los ojos que la observen, y que este filtro humano genera una percepción subjetiva, determinando el impacto emocional y la reacción o respuesta de la persona.
Dejando a un lado la base biológica, que es la estructura física innata que nos permite este proceso; la parte fundamental del filtro, son nuestros esquemas cognitivos. Estos se empiezan creando en la infancia con la experimentación, y se desarrollan, modifican y evolucionan a lo largo de toda la vida. Podríamos decir que este patrón o esquema, más o menos estable, contiene las creencias subjetivas que usamos para construir nuestra realidad y nuestra verdad. La verdad, en que basamos todo lo demás.
Nuestras creencias vienen determinadas por nuestra historia cultural, religión, sociedad, educación, entorno o contexto, historia familiar, experiencias y aprendizajes…creamos lo que llamamos moralidad, valores, normas…y creencias personales.
Algunas de estas, las llamadas creencias centrales según A. Beck, son pilares fundamentales para sostener y dar sentido al resto de esquema mental que nos hace funcionar, mejor o peor, en un entorno o contexto; por lo que son creencias más absolutas, duraderas o nucleares. Otras, denominadas periféricas por A. Beck, son menos importantes en la red creada, por lo que la dificultad para cambiarlas disminuye.
En las creencias se asientan la mayor parte de nuestros pensamientos, que aparecen a cada momento bajo diferentes estímulos (internos o externos), a menudo, de manera automática, rápida, apenas sin darnos cuenta. La mayoría de las veces utilizamos los pensamientos cómo verdades guía, influyéndonos en nuestra actitud, comportamiento, sensaciones y emociones.
En un proceso de crecimiento y búsqueda del bienestar, es esencial tomar consciencia de nuestra forma de ver el mundo, de los pensamientos y las creencias que están en la base de las explicaciones que damos para entender lo que nos sucede, y el significado que le atribuimos.
Tenemos creencias sobre nosotr@s mism@s, sobre los demás y sobre el mundo, creencias sobre las experiencias pasadas y sobre el futuro. Lo interpretamos todo e intentamos dar un sentido, y todo ello bajo nuestro filtro y nuestra lógica.
Con las creencias construimos un discurso interno, más o menos consciente, que influye en el funcionamiento psicológico de la persona, creando hábitos i formas de funcionar más o menos adaptativas y saludables.
Las creencias y pensamientos, sostenidas por un discurso coherente interno, son cómo nuestro timón, nuestro mapa, nuestro manual de instrucciones para funcionar.
Al usar este discurso cómo real, marcamos la relación que tenemos con TODO, con el presente, con nuestro futuro y pasado y por ende, nuestra satisfacción, salud i bienestar.
Puede que haya creencias que nos limiten en nuestros éxitos, nos quiten libertad, nos hagan infravalorarnos, o sin darnos cuenta, creencias que nos hacen ver la vida en blanco i negro. Otras, por ejemplo, nos pueden alejar de las personas que queremos o de experiencias placenteras…provocando cada vez más insatisfacción, infelicidad, desadaptación e incluso el trastorno mental.
Por ejemplo, en la depresión existe la “tríada cognitiva” dónde la persona presenta una visión negativa de si misma, del mundo y del futuro; ha construido unas creencias que sustentan un discurso, para ella real, que la llevan a la tristeza, falta de interés y apatía, entre muchas otras cosas. Un discurso lleno de pensamientos distorsionados que se retroalimenta.
Entonces, todos los pensamientos crean una red, interconectada, coherente y lógica para la persona, que se influyen mutuamente y con mayor o menor fuerza impactan generando distintas consecuencias. A continuación, sigo describiendo algunos ejemplos de dicho impacto.
-Los pensamientos y creencias sobre el mundo, determinaran por ejemplo cómo nos acercamos a este, si salimos o no de la zona de confort, si sentimos que el mundo nos puede ofrecer algo, si confiamos en él, si le damos sentido más amplio a la vida, si dejamos ir…marcando nuestra capacidad de goce, sensación de seguridad y satisfacción, nuestra actitud de preocupación o control y nuestra forma de afrontarnos a los retos o dificultades de la vida.
-Los pensamientos basados en creencias dirigidas a los demás, fundamentalmente influirán en la forma y el estilo de relacionarnos, en nuestras habilidades sociales, en la satisfacción o insatisfacción de estar con los otr@s, en las expectativas que creamos de las otras personas y por ende las decepciones…
-Las creencias que tenemos sobre nosotr@s mism@s afectaran mucho en nuestra valúa personal, el valor que nos damos y sobre todo nuestra confianza, sensación de capacidad y miedos, la forma de salir al mundo y relacionarnos con este y con las propias experiencias y los demás…
Por suerte, el ser humano, es capaz de tomar consciencia de sus pensamientos y creencias guía y darse cuenta si estas le son sanas o por el contrario le están marcando un camino que lo llevan al malestar, la destrucción y/o enfermedad.
Aunque cambiar algunas de ellas pueda conllevar dificultad, sobre todo las que se han convertido en pilar nuclear de un esquema cognitivo; bien por una gran identificación con ellas o bien por el significado que pueda suponer en el sistema familiar o social… éste cambio siempre es posible.
La Psicoterapia te ayuda a ello, aunque requiere valentía, consciencia y la voluntad real y necesidad interna de cambiarlas.
¿Cuáles son las principales creencias enemigas, que te limitan o destruyen? ¿Sabes cuáles son tus aliadas para estar bien?
Gemma Vidó.
Psicòloga Sanitaria y Fundadora Somun.
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